7 películas ? para ver en Semana Santa (y no saldrán en TV ?)

A la conmemoración católica de la Pasión de Cristo la acompaña otra tradición que no diferencia credos: aplastarse, frente al televisor de la sala, a ver la vida sacra de santos y profetas a través del lente mundano de Hollywood. Que siempre nos quedemos dormidos tiene que ver muy poco con la baja calidad de la mayoría de películas que pasan en Semana Santa y mucho con el hecho de que siempre sean las mismas. Caracol y RCN son así. ¿No acaban de tramitar con Duque un salvoconducto para matar de hambre a los actores y productores nacionales? ¿Quién quita que, aun teniéndonos confinados, nos torturen volviendo a repetir lo mismo? Previendo el escupitajo de esos judíos del entretenimiento, les compartimos esta lista. Son siete películas -como siete las Siete Palabras- de alto valor artístico, conectadas con el espíritu de la Semana Mayor y disponibles en línea.

La pasión de Juana de Arco (Carl Th. Dreyer, 1928)

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Quemar a Santa Juana de Arco fue la tercera mayor injusticia que han cometido los ingleses en la historia: la primera fue sacarnos del mundial de Francia y la segunda, hacerlo en el de Rusia. Aunque era una pobre campesina, su juicio quedó mejor documentado que cualquier otro evento de la época. Dreyer hizo su primera obra maestra según esa historia y el resultado fue, para muchos, la mejor película que se hiciera hasta entonces. Si fuera por Maria Falconetti, el cine mudo nunca habría tenido que acabarse: su interpretación de esta heroína sigue conmoviendo al mundo cien años después.

 Elefante blanco (Pablo Trapero, 2012)

«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso», le dijo Cristo al ladrón arrepentido de la cruz de al lado. En esta bella película argentina también hay también hay hombres de Dios rodeados de malandros. La trama tiene que ver con la Semana Santa, primero, porque Dios es argentino y, segundo, porque el protagonista es el omnipresente Ricardo Darín, quien seguramente interpretará a Cristo cuando los argentinos hagan una película sobre Él. Pablo Trapero es como un Messi en el arte de sumergir al espectador en la tensión del conflicto. Lo ovacionaron en Cannes.

Intolerancia (D.W. Griffith, 1916)

«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre». El filme gira en torno a una mujer que mece a un bebé en una cuna. No es en una sola época, por eso es vigente. No es en un solo sitio, por eso es universal. No es “Rápidos y Furiosos”, por eso es buena. A esta historia de reyes, profetas, mártires y obreros la suelen comparar con la Quinta Sinfonía y con la Capilla Sixtina. Lenin la hizo exhibir por toda la Unión Soviética y de ahí nació la escuela del montaje, integrada por los mejores cineastas de la Madre Patria. Serguei Eisenstein, el mejor de todos ellos, llamó “Dios padre” a Griffith, a quien Hollywood maltrató de la peor manera. Nadie es profeta en su tierra.­

https://www.youtube.com/watch?v=0jnHLtZpk18

Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945)

«¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?». Tal podría ser el grito de cualquier personaje del neorrealismo italiano, en cualquier momento de cualquier película. Este movimiento -quizá el más importante de toda la historia del cine- alcanzó su cumbre en este filme, que se inspiró en las historias verídicas de Giuseppe Morosini, Pietro Papagallo y tantos otros sacerdotes partisanos que acabaron dando su vida en la lucha contra los nazis. Antifascistas en serio, no como los que tenemos ahora. Pilas ahí.

https://www.youtube.com/watch?v=PxzBKEAAYQo

El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987)

«Tengo sed», dijo Dios en la cruz, porque también era un hombre de carne y hueso. En ese aspecto de Jesús ha insistido el Papa Francisco, y esta es su película favorita. Hasta la incluyó en su encíclica “Amoris lætitia”, donde coincide con su antecesor Benedicto en que, si el humano fuera sólo espíritu, sería un animal. “Puesto que estamos hechos para amar, sabemos que no hay mayor alegría que un bien compartido”, dice Su Santidad. “Pero háblame de la película”, dice el lector. “No, porque me la tiro”, dice quien escribe. Se ganó el Óscar a Mejor película extranjera.

Un hombre de dos reinos (Fred Zinnemann, 1966)

«Todo se ha consumado». Esa frase de victoria en la agonía también podía haberla pronunciado Santo Tomás Moro en su ejecución. Enrique de Inglaterra quería dejar a Catalina de Aragón, pero Moro prefirió morir en su ley antes que divorciarlos… sin sospechar que, quinientos años después, la separación sería tan común para los católicos como la derrota para los hinchas de Millos. Pero el santo no murió en vano. Su obra filosófica inspiró el pensamiento socialista y su vida martirizada inspiró al director de “Solo ante el peligro” (1952) a hacer un ‘trial film’ sobre la escasa virtud de la coherencia. Seis premios Óscar.

El evangelio según San Mateo (Pier Paolo Pasolini, 1964)

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». En 1962, el genio rebelde de Pier Paolo Pasolini se enamoró del más descriptivo de los textos bíblicos y decidió viajar a Tierra Santa a buscar locaciones para rodar a su manera esa historia que se ha contado más veces que cualquier otra. Se encontró con que el Estado de Israel -invención novedosa en aquel entonces- había borrado con sus armas y sus alambres de púas todo rastro de la esencia de esa tierra, incluida la sonrisa de los acorralados niños palestinos. Insatisfecho, volvió a Italia y filmó el Evangelio de Mateo según la técnica neorrealista: con actores naturales y dejando ver el lado más humano de los personajes. El resultado fue “la vida de Cristo, sumada a los dos mil años de historias sobre la vida de Cristo”, según el autor. La maestría del director, militante comunista ortodoxo, emocionó a los creyentes más conservadores. Se exhibió en el Concilio Vaticano II, ganó en el Festival de Venecia y le valió a Pasolini la amistad de dos papas: San Juan XXIII, a quien le dedicó este filme, y San Pablo VI. Cuentan que este último, al ver en televisión la noticia de la muerte de su compatriota -aplastado varias veces con su propio carro, al estilo de la mafia- se paró, lo bendijo, y puso a quienes lo acompañaban a rezar por su alma.


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