Karen

Karen (a la que todos los días le tocaba bañarse con agua helada, caminar media hora hasta la estación esquivando charcos, dar codazos, recibirlos, cuidar que no le espicharan mucho la barriga, respirar más esmog que aire, subir un puente, bajarlo, trabajar aunque tuviera licencia, sentarse ocho horas en una silla sin espaldar, almorzar arroz y papa fría en quince minutos, volver a embutirse dos horas más, coger el camino largo pero seguro, aguantar sin paraguas la llovizna y no dormir por el ruido de carros de la avenida) parió ayer en Meissen a una niña. Le puso Blanca Estrella.


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