La pintura a través del tiempo

La pintura debe ser reconocida como un gran aporte para la acumulación de conocimiento de la humanidad. Junto con el lenguaje, es quizá la forma más antigua mediante la que nuestros antepasados empezaron a comunicar su sabiduría ancestral y sigue siendo —aún hoy— una de las principales maneras de resumir y transmitir ideas gracias a sus cualidades plásticas. Lo logra, entre otras cualidades, por  la inmediatez, en el sentido en que el espectador capta y comprende la imagen de manera inmediata a diferencia de otras disciplinas, y por cómo apela a las emociones del receptor y conserva la mística entre el autor, el espectador y los mismos materiales que se emplean para su elaboración, haciendo que su repercusión sea mucho más profunda en la psiquis de quien la contempla.

Por otra parte, la pintura ha tenido a lo largo de la historia funciones más allá de las que hoy concebimos como arte (concepción a la que estamos acostumbrados a asociarla) que van desde la ritualidad plasmada en las obras rupestres hasta la defensa o promulgación de ideas, tanto políticas como religiosas, en determinados momentos de la historia de la humanidad, lo que realza aún más su papel como herramienta imprescindible y compañera inseparable de nuestra especie durante miles de años.  

Si nos adentramos al mundo del arte podemos catalogar a muchas pinturas como icónicas, puesto que condensan de manera magistral distintos pensamientos de diferentes clases sociales y en ciertas épocas, para ser transmitidos de forma inmediata y de fácil acceso al público en general. Es decir, que tienen la posibilidad de poner en evidencia las pulsiones humanas, las cuales trascienden épocas y ponen de manifiesto nuestra condición humana. Ejemplo de esto es La Libertad guiando al Pueblo de Eugéne Delacroix, en la cual vemos la sublimidad de la revolución para un pueblo oprimido: pese a que es una obra francesa de 1830 sobre la sublevación contra el Rey Carlos X, bien pudiera ser cualquier levantamiento, en cualquier época, por las reivindicaciones que se consideren justas. Otro ejemplo es Los Fusilamientos del Tres de Mayo de Francisco de Goya, en la cual se muestra de manera dramática cómo las fuerzas represivas de un Estado ilegítimo —como lo era el francés invasor en 1814— atacan sin misericordia las aspiraciones de las clases populares que buscaban la soberanía como principio rector y dignificante, lucha que continúa vigente en nuestros tiempos.

En la actualidad apreciar una obra de arte pictórica parece un placer reservado para algunas élites debido a que el acceso al conocimiento y a la información continúan siendo restringidos. Tal y como sucedía en épocas pretéritas, las clases que mueven los hilos del poder pretenden que el “vulgo” —como despectivamente llaman al pueblo— no tenga las herramientas para analizar verdaderas obras de calidad, bombardeándolos diariamente, hora tras hora, minutos tras minuto, por televisión y por redes sociales, de cuanta basura comercial tengan oportunidad de embutir. Por suerte, muchos valientes continuarán dando la batalla como siempre lo ha hecho la humanidad, para que artistas comprometidos con el momento histórico que les correspondió vivir puedan dar a conocer sus obras y haya acceso a verdaderas obras de arte que sirvan para lograr el preciado sueño de transformar la sociedad.


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