No, lo de Guayaquil no es un éxito ni hay cura para la COVID-19

El 13 de abril Guayas, provincia de Guayaquil, acumulaba el 73% de los casos de contagios identificados del virus SARS-CoV-2 en Ecuador y 315 muertos. Ya para finales de junio los casos registrados llegaban a 15.000 y los muertos a 1.579 (más del doble de muertos que tenía Bogotá hace unos días, teniendo cuatro veces más población y siendo tres veces más densa). Aunque muchas voces hablan de un marcado subregistro tanto de contagios como de fallecidos en Ecuador, lo cierto es que el ritmo de avance del virus mermó drásticamente y se podría decir que en Guayas ya pasó lo peor. ¿Pero a qué se debe esa mejoría? ¿Se trata acaso de un tratamiento que el mundo ignora pero que la brillantez de un médico colombiano trajo a la luz —como se mueve hoy en cadenas de WhatsApp con complicidad de RCN Radio, y algunos twitteros y políticos con millones de seguidores—? Pues no, veamos.

Basta una búsqueda en Google para ver cómo Guayaquil es todo lo contrario a un ejemplo a seguir. En marzo y abril, cuando apenas empezábamos a sentir las muertes por estas tierras, allá la crisis estaba desatada al punto de que hoy hay cientos de cadáveres desaparecidos —218 según la Defensoría del Pueblo—. El caso fue llevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Guayaquil se inmunizó a un alto costo, la pérdida de miles de vidas.

Alberto Narváez Olalla, médico y catedrático de la Universidad Central del Ecuador.

Francisco Andino —epidemiólogo y miembro del Foro permanente de la Salud— estima que al menos un 70% de los habitantes de esta zona estuvieron expuestos al virus y cerca de 10.000 habrían muerto. Aunque el porcentaje de contagiados difiere entre estudios que hablan de un 40 a 60%, lo que es claro es que Guayaquil se autoinmunizó (basta con el 40%), y lo hizo «a un alto costo, la pérdida de miles de vidas», como dijo Alberto Narváez de la Universidad Central del Ecuador, al explicar que cuando hay «esa cantidad de contagiados se produce la inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño», por lo que la velocidad de transmisión disminuye.

También se dice en redes que Guayaquil pasó de repetente a 0 muertes hace semanas. Eso tampoco es cierto, los rumores provienen de un reporte que mira cuántas «muertes por encima del promedio habitual existen en la ciudad durante la pandemia», pero como bien señaló la alcaldesa de la ciudad: «desde el 10 de mayo al 24 de junio hemos tenido 30 días intercalados con 0 muertes por encima del promedio habitual, [pero] esto no significa que dentro del número de muertes habituales algunos no hayan fallecido a causa del COVID-19» (las cifras al final).

¿Qué dice la ciencia y las instituciones sobre lo dicho por el Dr Raúl Salazar Restrepo?

En radio nacional, el hasta ahora desconocido Dr Salazar atribuyó el ya desmentido “éxito” de Guayaquil al uso —gracias a su iniciativa— de un medicamento preexistente, la dexametasona. Despachado lo primero, veamos qué dice la ciencia sobre el uso de este fármaco para tratar la COVID-19.

La dexametasona, como cualquier fármaco, tiene importantes efectos secundarios e interacciones con otros medicamentos, especialmente el aumento del riesgo de infecciones comunes, algunas letales, y la interacción con antidiabéticos orales e insulina. Su toma debe ser siempre prescrita, pero no por “desobediencia” sino por un criterio profesional.

Este medicamento es un glucocorticoide sistémico y está siendo usado junto con esteroides en algunos casos por intensivistas (los médicos especializados en atención de pacientes en UCIs) para contrarrestar la respuesta inflamatoria masiva que se cree termina matando en muchos casos a los pacientes críticos de COVID-19. Sin embargo, no está claro aún si los casos exitosos se deben al uso de estos medicamentos o a las medidas de soporte vital y a la historia natural de la enfermedad. Mucho menos, que tenga sentido usarlo en otras etapas (se entiende por la misma hipótesis que origina su uso, ¿si no hay síndrome inflamatorio sistémico para qué usar un medicamento que lo contrarresta?).

¿Es verdad que médicos de Colombia se limitan a seguir protocolos de las EPS?

Un par de días después de las declaraciones del doctor, el senador Gustavo Petro hizo un particular llamado que desde el periodismo y las instituciones y voces de la medicina fue rechazado. Al tiempo que culpaba a los doctores por supuestas deficiencias en los tratamientos, llamó a estos y pacientes a “desobedecer” y exigir curas inexistentes.

El doctor Wilson Cediel, especialista en Seguridad Social, respondió: los médicos «no seguimos  “obedientes” protocolos de EPS (que no existen para el caso) sino las guías que la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas —ACSC—, la Asociación Colombiana de Infectología —ACIN— y la Organización Mundial de la Salud —OMS—, acorde al desarrollo científico, vienen estableciendo para enfrentar» esta nueva enfermedad.

«Es falaz y calumnioso decir que los médicos sólo utilicemos acetaminofén o la simple observación», sentenció. Por otro lado, recordó que las UCIs son unidades altamente preparadas y su personal capaz de tratar, conforme a la evidencia científica, casos diversos. Estás declaraciones son consideradas además por Asociación Nacional de Internos y Residentes —ANIR— como peligrosas para los trabajadores de la salud, quienes ya reciben ataques (que recordemos ocurren por ignorancia y por declaraciones irresponsables como las que hizo el gobierno nacional hace unas semanas).

Los malos antecedentes del Dr Raúl Salazar Restrepo

«Médicos que traficaban con migrantes deberán seguir en prisión», así titulaba El Tiempo una nota en 2007 donde apareció involucrado Salazar. «Según la investigación del DAS, estas personas integraban una red que traficaba con personas para ingresarlas ilegalmente a Estados Unidos». Fue condenado.

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Lo más preocupante sin embargo, es que Salazar a pesar de haber cursado medicina se dedica según él mismo a la “medicina alternativa” hace 33 años, con la que intenta lucrarse a base de vender recetas que «curan todas las enfermedades» (según sus propias palabras), recurriendo al típico “esto viene de muy lejos y de hace muchos años”, y llegando al punto de promocionar cuestionados productos comercializados bajo la mesa en el país con la modalidad de multinivel.

ADVERTENCIA: enlazamos el video como referencia pero debe ser visto con precaución, contiene aseveraciones sin rigor y con propósitos comerciales (vender un supuesto café curativo del lejano oriente comercializado por un multinivel).

Las cifras imposibles

Ya vimos que no hay evidencia de éxito en la costera zona de Ecuador, pero el problema va más allá. Las cifras del país sobre la pandemia son un enredo y a diferencia del resto del mundo, en las fuentes secundarias no se encuentra información detallada y geolocalizada para poder hacer un análisis comparativo.

No es posible encontrar una fuente de información segregada sobre COVID-19 en Ecuador. Los datos son generales y muy imprecisos. Acá una comparación con el nivel de detalle de Colombia. Pantallazo de https://coronavirus.app/.

Lo fundamental para poder siquiera hablar de la eficacia de un tratamiento (y no de otros factores que pueden modificar una curva epidemiológica) es tener la cifra de recuperados, pero estas no reposan en los repositorios oficiales. Según las cifras de fuentes secundarias, la tasa de recuperación es de 44%, por debajo de la mundial (igual que en Colombia). Como si fuera poco, la fuente a la que se llega desde la página del Ministerio de Salud Pública tiene corte al 11 de junio (más de un mes de antigüedad) y presenta información inconsistente. Además, la fuente oficial que usan los medios locales, habla de 159 nuevos muertos confirmados y 269 por confirmar en el último mes.

Tomado de https://coronavirusecuador.com/data/
Tomado de https://public.tableau.com/profile/direcci.n.nacional.de.vigilancia.epidemiol.gica.msp#!/vizhome/COVID19ecu_MSP_DNVE/COVID-19MSP

Las complejidades de esta pandemia tienden a generar frustración, desesperación y todo tipo de ansiedades, por supuesto. Tememos a la incertidumbre, propia del desarrollo científico y médico, y desconocemos a fondo su funcionamiento, por eso fácilmente caemos en voces de sirena o nos dejamos llevar por testimonios. También, ante una situación nueva y dura, es fácil juzgar a quienes están al frente de la batalla y veces no pueden responder como quisiéramos. Sin embargo, si queremos salir de esta situación con el menor costo de vidas y sin terminar enfrentados unos a otros, la mesura y el apego a la ciencia deben reinar (es lo que tiene a a la humanidad resintiendo miles de males que antes nos mataban y con la mejor expectativa de vida de nuestra historia).

No fue un éxito el manejo del virus en Guayaquil (son claras las señales de tragedia de dimensiones mayores) ni es cierto que mágicamente hayan pasado a cero muertes (siguen muriendo hoy); la situación actual en esta zona —que es mucho mejor al pico de la crisis— no se le puede atribuir a un tratamiento específico, más bien corresponde al desarrollo natural de la enfermedad; no hay aún un fármaco o conjunto de los mismos que se pueda asumir como cura, en ninguno de los casos o estadios de la enfermedad; no cualquier médico, por tener un cartón, es una voz calificada para hablar de un tema tan complejo, no sólo porque es tema de unas subespecialidades y el conocimiento está en constante cambio y desarrollo, sino porque el ser médico se revalida a diario y dedicarse a vender recetas mágicas no hace parte de eso; y por último, quienes se apegan a las guías oficiales para atender la enfermedad no son villanos, son profesionales responsables.


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